Los Héroes Legendarios
El modelo heroico
Cuando analizamos la historia,
advertimos que ciertas figuras como Julio César, Carlo Magno,
Napoleón o San Martín, o sea los ídolos de las nacionalidades, son
vistos por el pueblo de una manera muy diferente de como lo exponen
los historiadores. Cada nación tiene sus héroes.
La necesidad de autoidentificarse con
los modelos, ya sean éstos positivos o negativos, es una constante
del ser humano, en todo tiempo y en todo lugar. Esta necesidad se
acentúa en la adolescencia por ser una etapa decisiva en la
formación de la personalidad. Un deportista, un cantante, y aún el
líder de una patota, pueden ofrecerse como modelos o antimodelos que
guían la conducta de los jóvenes, sobre todo a niveles
inconscientes.
La psicología profunda se ha ocupado
largamente de esta cuestión, pero la complejidad de la vida moderna y
la falta de perspectiva -al ser protagonistas del problema- impide a
los jóvenes, muchas veces, ver con claridad qué les sucede.
El estudio de los modelos heroicos
suele aclarar con frecuencia nuestros estados de ánimo frente a la
existencia cotidiana y a los acontecimientos históricos que nos
involucran. Es más: muchos de los héroes de las historietas y del
cine que nos han seducido desde la infancia reproducen las acciones
de los héroes míticos.
Estos héroes sitúan su experiencia en
un tiempo anterior a la historia; los antiguos llamaban “illus
tempus” (aquel tiempo) a ese momento mágico, legendario, situado
fuera de la historia, y que deja su marca en la fórmula que comienza
el relato bíblico (“...en aquellos días) y en los de hadas
(“había una vez”) . Se los conoce como héroes fundacionales ya
que constituyen un arquetipo (primer modelo) a imitar; su ejemplo,
pues, la primera manifestación ética que la humanidad conoce.
También se los considera
representaciones simbólicas de la condición humana. Por lo tanto,
sus actitudes expresan, con frecuencia, la dualidad entre los
aspectos positivos y negativos que conforman toda personalidad,
De la epopeya maravillosa a la historieta
Gilgamesh
(Epopeya babilónica)
Gilgamesh, rey de la ciudad mesopotámica de Uruk, y Enkidu, su doble
hecho de arcilla, decidieron descender hasta el bosque de los Cedros,
fuente de los males del mundo, para acabar con ellos. Su espesura
escondía los misterios del dios Enlil, custodiados por Jumbaba. Con
el beneplácito de Shamash, deidad sol, a quien ofrecieron
sacrificios antes de partir, penetraron en el bosque maravilloso.
Sueños simbólicos de montañas derrumbadas y luminosos seres
sobrenaturales auguraron el triunfo de Gilgamesh y su compañero. Con
poderosas hachas y espadas y la ayuda de los vientos, talaron los
cedros que protegían al llameante Jumbaba. Éste, al verse perdido,
pidió clemencia, pero Enkidu aconsejó al rey que no lo escuchara,
pues era un demonio traidor y tal vez decidiera vengarse.
Así es que lo decapitaron: Enlil, furioso, retiró sus poderes del
bosque. La diosa Ishtar, admirada del valor de Gilgamesh y de su
viril belleza, quiso desposarse con el, pero el rey se negó,
conocedor de la perfidia que la caracterizaba. Ishtar, para vengarse,
envió un Toro Celeste cuyo solo soplo era capaz de matar a cien
hombres. Pero Enkidu y Gilgamesh lo vencieron.
Entonces los dioses decidieron castigar la osadía de los compañeros
y causaron la muerte de Enkidu.
Solitario y apesadumbrado, Gilgamesh partió en busca del inmortal
Utnapislitim, dueño de toda la sabiduría de la tierra. Para llegar
a ć1 debió atravesar el oscuro interior de una montaña custodiada
por el hombre escorpión, el jardín de las piedras preciosas sin
tomar ninguna, y un inmenso mar.
El sabio instruyó a Gilgamesh en la sabiduría de los dioses y le
ofreció la planta de la inmortalidad, pero en el viaje de regreso la
serpiente robó el codiciado tesoro. No obstante, el héroe volvió a
Uruk y fue -merced a su sapiencia— un justo rey:
“Él
fue sabio entre los sabios, penetró los misterios, supo el secreto
de cuanto estaba oculto.
El
nos reveló cuanto hubo en los días pasados, antes del Diluvio.
Su
vida fue un largo viaje, aprendió sufriendo
y
volviendo de lejanos trabajos, grabó sobre una estela todas sus
proezas”.
(Cantar de Gilgamesh,
Galerna, Bs. As., 1985. Versión sintetizada.)
Jasón y los
argonautas (mito helénico)*
Esón, rey de Yolcos, fue destronado por su hermanastro Pelías, El
primero, temeroso del destino de su hijo Jasón, lo dio en custodia
al centauro Quirón. Ya grande, Jasón reclamó el trono a Pelías,
este impuso como condición que el joven rescatara un velloncino de
oro de las tierras de Cólquida. El héroe partió en un navío con
cincuenta argonautas y debió cumplir numerosas pruebas de valor y
astucia antes de llegar a destino. Así fue que venció tempestades,
liberó a un rey. de las garras de las arpías, esquivó rocas
vivientes, etc.). Ya en la Cólquida, Afrodita, diosa del amor,
encantó a Medea, la hija del rey del lugar, para que ayudara al
héroe en su misión. Jasón logró cumplir las pruebas impuestas
(uncir dos toros que arrojaban fuego por la boca y sembrar un campo
con dientes de serpiente) pero el rey se negó a devolver el
velloncino.
Entonces Medea durmió con pociones mágicas al dragón que
custodiaba la gruta sagrada donde se encontraba el preciado
velloncino de oro y huyó con Jasón y los argonautas, perseguida por
sus parientes. Al desposar a Medea, Jasón quedó libre de la
persecución y pudo regresar a Tesalía. Pero allí se encuentra con
la sorpresa del asesinato de sus padres por orden de Pelías.
Medea ayuda a su esposo a vengar con la muerte la atrocidad cometida.
Jasón renuncia al trono, restituye el velloncino al templo de Zeus y
se retira a gobernar Corintio, cuyo trono pertenecía a Medea.
* Este relato
pertenece al ciclo mítico helénico anterior a la guerra de Troya.
Su versión moderna
es ofrecida
por: GRAVES, R. Los mitos griegos, Bs. As., Losada, 1967.
El
rey Arturo y los Caballeros de la tabla redonda (leyenda
medieval inglesa)*
A la muerte de Uther, gran rey de galos y bretones, y bajo peligro de
ser conquistados por el pueblo bárbaro sajón, los caballeros del
reino se reunieron para designar sucesor al trono.
Grandes rivalidades y ambiciones impedían llegar a un acuerdo.
Entonces Merlín, el poderoso y taciturno mago, llegó con la noticia
de una extraña espada grabada con una inscripción: sólo aquel que
fuera capaz de desenterrarla de la roca en que estaba clavada (y que
había emergido del mar por encanto) sería rey.
Inútil fue el intento de todos los caballeros, hasta que —a la
hora del poniente— un joven desconocido llegó hasta allí, montado
en su caballo, y sin ningún esfuerzo tomó la espada, cuyo nombre
estaba grabado en la hoja: EXCALIBUR. Merlín reconoció en el al
hijo de Uther, Arturo. Los caballeros allí reunidos le juraron
fidelidad. Luego de vencer a los invasores y restaurar la justicia,
en el momento de mayor gloria y por Consejo de Merlín, Arturo
desposó a Ginebra, la princesa más hermosa de Europa, celebrada por
todos los poetas y festejada por los caballeros de mayor renombre.
En el palacio de Caerleón, el sabio mago instituyó una sala con una
gran mesa redonda para que -de igual a igual- cincuenta caballeros
deliberaran con el rey sobre la mejor manera de proteger a los
débiles, desbaratar intrigas y humillar a los soberbios, según
rezaba en los códigos de caballería.
*Según
la tradición, Arturo fue nombrado rey de Bretaña –actual
Inglaterra- en el año 516. Su leyenda forma parte del ciclo bretón.
En el siglo XII fue escrita en forma de poema por Roberto Wace y dio
pie a múltiples recreaciones.
(ver actividad en Evernote Héroes legendarios)
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