22/11/14

Los Héroes Legendarios

Los Héroes Legendarios
El modelo heroico

Cuando analizamos la historia, advertimos que ciertas figuras como Julio César, Carlo Magno, Napoleón o San Martín, o sea los ídolos de las nacionalidades, son vistos por el pueblo de una manera muy diferente de como lo exponen los historiadores. Cada nación tiene sus héroes.

La necesidad de autoidentificarse con los modelos, ya sean éstos positivos o negativos, es una constante del ser humano, en todo tiempo y en todo lugar. Esta necesidad se acentúa en la adolescencia por ser una etapa decisiva en la formación de la personalidad. Un deportista, un cantante, y aún el líder de una patota, pueden ofrecerse como modelos o antimodelos que guían la conducta de los jóvenes, sobre todo a niveles inconscientes.
La psicología profunda se ha ocupado largamente de esta cuestión, pero la complejidad de la vida moderna y la falta de perspectiva -al ser protagonistas del problema- impide a los jóvenes, muchas veces, ver con claridad qué les sucede.
El estudio de los modelos heroicos suele aclarar con frecuencia nuestros estados de ánimo frente a la existencia cotidiana y a los acontecimientos históricos que nos involucran. Es más: muchos de los héroes de las historietas y del cine que nos han seducido desde la infancia reproducen las acciones de los héroes míticos.
Estos héroes sitúan su experiencia en un tiempo anterior a la historia; los antiguos llamaban “illus tempus” (aquel tiempo) a ese momento mágico, legendario, situado fuera de la historia, y que deja su marca en la fórmula que comienza el relato bíblico (“...en aquellos días) y en los de hadas (“había una vez”) . Se los conoce como héroes fundacionales ya que constituyen un arquetipo (primer modelo) a imitar; su ejemplo, pues, la primera manifestación ética que la humanidad conoce.

También se los considera representaciones simbólicas de la condición humana. Por lo tanto, sus actitudes expresan, con frecuencia, la dualidad entre los aspectos positivos y negativos que conforman toda personalidad,

De la epopeya maravillosa a la historieta




Gilgamesh (Epopeya babilónica)
Gilgamesh, rey de la ciudad mesopotámica de Uruk, y Enkidu, su doble hecho de arcilla, decidieron descender hasta el bosque de los Cedros, fuente de los males del mundo, para acabar con ellos. Su espesura escondía los misterios del dios Enlil, custodiados por Jumbaba. Con el beneplácito de Shamash, deidad sol, a quien ofrecieron sacrificios antes de partir, penetraron en el bosque maravilloso. Sueños simbólicos de montañas derrumbadas y luminosos seres sobrenaturales auguraron el triunfo de Gilgamesh y su compañero. Con poderosas hachas y espadas y la ayuda de los vientos, talaron los cedros que protegían al llameante Jumbaba. Éste, al verse perdido, pidió clemencia, pero Enkidu aconsejó al rey que no lo escuchara, pues era un demonio traidor y tal vez decidiera vengarse.
Así es que lo decapitaron: Enlil, furioso, retiró sus poderes del bosque. La diosa Ishtar, admirada del valor de Gilgamesh y de su viril belleza, quiso desposarse con el, pero el rey se negó, conocedor de la perfidia que la caracterizaba. Ishtar, para vengarse, envió un Toro Celeste cuyo solo soplo era capaz de matar a cien hombres. Pero Enkidu y Gilgamesh lo vencieron.
Entonces los dioses decidieron castigar la osadía de los compañeros y causaron la muerte de Enkidu.
Solitario y apesadumbrado, Gilgamesh partió en busca del inmortal Utnapislitim, dueño de toda la sabiduría de la tierra. Para llegar a ć1 debió atravesar el oscuro interior de una montaña custodiada por el hombre escorpión, el jardín de las piedras preciosas sin tomar ninguna, y un inmenso mar.
El sabio instruyó a Gilgamesh en la sabiduría de los dioses y le ofreció la planta de la inmortalidad, pero en el viaje de regreso la serpiente robó el codiciado tesoro. No obstante, el héroe volvió a Uruk y fue -merced a su sapiencia— un justo rey:
Él fue sabio entre los sabios, penetró los misterios, supo el secreto de cuanto estaba oculto.
El nos reveló cuanto hubo en los días pasados, antes del Diluvio.
Su vida fue un largo viaje, aprendió sufriendo
y volviendo de lejanos trabajos, grabó sobre una estela todas sus proezas”.
(Cantar de Gilgamesh, Galerna, Bs. As., 1985. Versión sintetizada.)




Jasón y los argonautas (mito helénico)*

Esón, rey de Yolcos, fue destronado por su hermanastro Pelías, El primero, temeroso del destino de su hijo Jasón, lo dio en custodia al centauro Quirón. Ya grande, Jasón reclamó el trono a Pelías, este impuso como condición que el joven rescatara un velloncino de oro de las tierras de Cólquida. El héroe partió en un navío con cincuenta argonautas y debió cumplir numerosas pruebas de valor y astucia antes de llegar a destino. Así fue que venció tempestades, liberó a un rey. de las garras de las arpías, esquivó rocas vivientes, etc.). Ya en la Cólquida, Afrodita, diosa del amor, encantó a Medea, la hija del rey del lugar, para que ayudara al héroe en su misión. Jasón logró cumplir las pruebas impuestas (uncir dos toros que arrojaban fuego por la boca y sembrar un campo con dientes de serpiente) pero el rey se negó a devolver el velloncino.
Entonces Medea durmió con pociones mágicas al dragón que custodiaba la gruta sagrada donde se encontraba el preciado velloncino de oro y huyó con Jasón y los argonautas, perseguida por sus parientes. Al desposar a Medea, Jasón quedó libre de la persecución y pudo regresar a Tesalía. Pero allí se encuentra con la sorpresa del asesinato de sus padres por orden de Pelías.
Medea ayuda a su esposo a vengar con la muerte la atrocidad cometida. Jasón renuncia al trono, restituye el velloncino al templo de Zeus y se retira a gobernar Corintio, cuyo trono pertenecía a Medea.
* Este relato pertenece al ciclo mítico helénico anterior a la guerra de Troya. Su versión moderna
es ofrecida por: GRAVES, R. Los mitos griegos, Bs. As., Losada, 1967.




El rey Arturo y los Caballeros de la tabla redonda (leyenda medieval inglesa)*
A la muerte de Uther, gran rey de galos y bretones, y bajo peligro de ser conquistados por el pueblo bárbaro sajón, los caballeros del reino se reunieron para designar sucesor al trono.
Grandes rivalidades y ambiciones impedían llegar a un acuerdo. Entonces Merlín, el poderoso y taciturno mago, llegó con la noticia de una extraña espada grabada con una inscripción: sólo aquel que fuera capaz de desenterrarla de la roca en que estaba clavada (y que había emergido del mar por encanto) sería rey.
Inútil fue el intento de todos los caballeros, hasta que —a la hora del poniente— un joven desconocido llegó hasta allí, montado en su caballo, y sin ningún esfuerzo tomó la espada, cuyo nombre estaba grabado en la hoja: EXCALIBUR. Merlín reconoció en el al hijo de Uther, Arturo. Los caballeros allí reunidos le juraron fidelidad. Luego de vencer a los invasores y restaurar la justicia, en el momento de mayor gloria y por Consejo de Merlín, Arturo desposó a Ginebra, la princesa más hermosa de Europa, celebrada por todos los poetas y festejada por los caballeros de mayor renombre.
En el palacio de Caerleón, el sabio mago instituyó una sala con una gran mesa redonda para que -de igual a igual- cincuenta caballeros deliberaran con el rey sobre la mejor manera de proteger a los débiles, desbaratar intrigas y humillar a los soberbios, según rezaba en los códigos de caballería.


*Según la tradición, Arturo fue nombrado rey de Bretaña –actual Inglaterra- en el año 516. Su leyenda forma parte del ciclo bretón. En el siglo XII fue escrita en forma de poema por Roberto Wace y dio pie a múltiples recreaciones. 

(ver  actividad en Evernote Héroes legendarios)

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